Cuando voy a la Comarca MonteSur de Ciudad Real, me gusta acercarme al badén que cruza el río Valdeazogue, muy cerca de la Estación de Chillón.
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Pero hacía mucho que no caminaba entre los edificios de la dicha Estación.
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Esta vez, con el sol otoñal a punto de esconderse, me decidí a hacerlo.
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Miré a un lado y otro de la vía con la esperanza de escuchar el “chuf chuf ” del tren.
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Y aunque los trenes siguen pasando sobre aquellas renqueantes y oxidadas vías, no hubo ninguno que se dignara regalarme los oídos con su popular sonido.
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Los viejos y decrépitos edificios si parecieron alegrarse al sentir que alguien se acordaba de ellos.
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Sin ventanas, sin puertas, sin tejados, tan solo guardaban en su interior embarrados escombros.
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La taberna, la boletería, las salas de espera, los almacenes, las plataformas para la carga y descarga permanecían anclados en el tiempo con las esperanza de que algo o alguien les devolviera el bullicio de pasajeros y mercancías.
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Fue la tenue luz del sol, ya próximo al ocaso, la única señal de júbilo que calentó la atmósfera fía y húmeda que allí se respiraba.
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Una luz que sin prisa pero de forma irrebatible, fue abandonando cada una de aquellas estancias.
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Yo, imitando a uno de tantos pasajeros de lo que antaño frecuentaron el lugar, me alejé dejando a mis espaldas la vieja Estación de Chillón con la ilusoria esperanza de que algún día vuelva a ser lo que fue.
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¡Salud y suerte!
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