La cabra montesa (Capra pyrenaica) es un endemismo de nuestra península.
Ocupan hábitat de media o alta montaña, llegando hasta las cotas más altas de nuestro país, es decir, los 3.400 m. Algunas de estas fotos las hice en la misma base del Mulhacén.
Ambos sexos presentan cuernos curvados hacia atrás aunque como todos sabemos, los de los machos alcanzan mayor tamaño.
Observando los cuernos, específicamente los nudos o medrones, se puede saber la edad aproximada del ejemplar.
Están adaptadas perfectamente a terrenos rocosos, moviéndose con gran habilidad en pendientes muy pronunciadas, incluso si estas están cubiertas de nieve.
Viven todo el año, con excepción de la época de celo, en dos tipos de grupos, uno lo forman los machos y el otro las hembras con las crías.
Entre abril y julio, tras 5 meses de gestación, tienen lugar los partos que suelen ser de un sólo cabrito y en raras ocasiones de dos.
No son nada delicadas a la hora de comer, consumen desde hierbas, líquenes y brotes hasta cortezas o frutos.
Precisamente es la consecución de alimento lo que les obliga a desplazarse entre cumbres y valles, dependiendo de la época del año.
Se tomaron y se siguen tomando importantes medidas para su recuperación dada su importancia biológica y económica, al ser una de las principales especies solicitadas en caza mayor.
Existían cuatro subespecies, de las que actualmente solo quedan dos. La más extendida es la Capara pyrenaica hispanica que se extiende por las sierras cercanas al Mediterráneo y sobre todo en Sierra Nevada. Y la Capra pyrenaica victoriae cuya principal población está en la Sierra de Gredos.
Saludos, hasta pronto.
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