Me acerqué a la fuente de Dos Caños para refrescarme con su agua.
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Es una fuentes que se nombra en antiguos escritos y que sigue abasteciendo de agua a la población de Chillón.
Después de satisfacer mi sed, me senté a la sombra de uno de los olmos que hacen guardia junto a la fuente con la idea de disfrutar de su sombra.
El silencio del lugar era total, sólo se oía de fondo el monocorde, machacón y precisamente por eso, hipnótico y relajante murmullo de los dos caños de la fuente que parecían charlar entre ellos.
A pesar de llevar siglos el uno junto al otro, su cantinela no cesaba ni un instante, eso sí, ninguno escuchaba, los dos hablaban, hablaban y hablaban sin parar. En vista de que parecían necesitar alguien que los escuchase y el único que estaba por aquellos derroteros era yo, me dije: ¿Por qué no poner un poco de atención y averiguar qué es lo que cuentan tan vetustos personajes?
De esta forma me enteré de que si Don Diego, alcalde de los Donceles, había dicho “no se qué” sobre su castillo. Que al arquitecto Hernán Ruiz le habían escuchado decir tal cosa sobre la reforma de la iglesia e incluso escuché que decían haber visto pasar por allí al rey moro Boabdil vistiendo lujosas sedas.
De pronto el soniquete charlatán de los dos caños pasó a segundo plano sustituido por otro soniquete igual de monocorde y machacón pero no tan hipnótico ni relajante, sin que por ello dejara de ser campechano, sencillo y natural.
Era el sonido metálico de los cencerros de un rebaño de ovejas que se acercaban para beber en el abrevadero que hay al lado de la fuente.
El pastor, sabio conocedor de las costumbres de sus borregas, no prestaba la menor atención a la marcha de éstas, más bien se había integrado en el natural deambular del día y sólo levantó la cara para desearme buenas tardes, a lo que yo respondí como mandan las buenas costumbres con un “buenas tardes tenga usted”.
Entre picos y capirotes cuando me dí cuenta el día estaba dando sus últimos destellos, así que continué mi marcha con la sed saciada, el cuerpo sereno y el alma en paz.
Hasta pronto fuente de Dos Caños, no tardaré en calmar mi sed en tus aguas y mi alma en tu sereno reposo.
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Os deseo lo mejor.
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